martes, 19 de junio de 2012

EL TURBON MÁS TURBADOR



Hoja anunciadora de la actividad
Hola, nunca bien pagados seguidores del blog. Sé que en repetidas ocasiones os he nombrado la importancia y el impacto que un buen título tienen para despertar el ánimo lector hacia una entrada nueva, más teniendo en cuenta la amplia y variada oferta bloguera presente en el Somontano, sin ir más lejos; que si abrimos el abanico a cualquier blog relacionado con la sana afición al pedestrismo, nos encontramos con que al día le faltan horas para cubrirla, la oferta, en su totalidad. Por eso elijo para el título esos momentos tras un entrenamiento en que el cansancio todavía no ha remitido en su totalidad y el riego sanguíneo no fluye por mi cerebro con la celeridad adecuada debido a la demanda de los miembros inferiores –léase las piernas- Y me gustan esos momentos especialmente porque así doy rienda suelta a mis emociones, normalmente reprimidas por mi férreo autocontrol, y por varios avisos de denuncia por escándalo público en los que no vale la pena profundizar.
Este último domingo un variopinto grupo de corredores tuvimos la suerte y el privilegio de subir hasta la cima del Turbón, a 2492 m. de altura, sabiamente dirigidos por Josemari Lacoma y acompañados por expertos y eficaces corredores/montañeros como los hermanos Subías y Paco Jordán, como ejemplos más sobresalientes. Después de pasar cuatro horas serpenteando por esa imponente mole caliza y reconfortado en casa por una refrescante ducha, el título que encabeza esta entrada vino hacia mi mente como una luz en la oscuridad, como un faro en medio de la tormenta. Claro que viéndolo dos días después, ya relajado y más tranquilo, pienso que a pesar del rico léxico con que nuestro idioma nos obsequia, me parece que no acerté a dar con las palabras exactas que debían transmitir mis sentimientos de respeto y euforia, a partes iguales, hacia esta montaña.
Y tras esta breve pero necesaria aclaración que espero deje despejadas las dudas suscitadas por la cacofonía del encabezamiento paso a relatar de manera igual de sucinta el magnífico día que pasamos subiendo hasta el Turbón.
Las 7:00 de la mañana era la hora y la puerta del Club Atletismo Barbastro el lugar elegidos por Josemari para emprender la salida hacia el Macizo del Turbón, actividad abierta a todos los interesados que era el colofón de la 3ª Edición de la Escuela de Corredores que el propio Josemari desarrolla de manera brillante desde hace tres años.
Una vez estuvimos repartidos por todos lo vehículos pusimos rumbo a Campo, desde donde nos desviamos hacia Serrate y antes de llegar a este pueblo volvimos a hacerlo hasta alcanzar el punto convenido para iniciar la marcha. Con un Sol espléndido sobre nuestras cabezas Josemari nos aleccionó sobre equipación, alimentación y bebidas adecuadas para que todos estuviéramos bien preparados y evitar disgustos y berrinches irreparables a última hora; y con estas premisas bien aprendidas tomamos el camino que nuestros GPS Garmin Forerunner 305 nos indicaban.
Preparando la salida hacia el Turbón
Enseguida el camino se tornó aburrido y monótono, y como parte de la actividad consistía en degustar ritmos y terrenos diversos, Josemari nos desvió por una pedriza casi vertical que debíamos subir para ganar más altura en menos distancia. Ni que decir tiene que recibimos la noticia con alborozo y que los posteriores resbalones que en mayor o menor medida todos disfrutamos dando con nuestros huesos en el mullido colchón pétreo de la susodicha pedriza no hicieron sino aumentar la alegría y el jolgorio grupal.
Con Fran subiendo por una de las pedrizas.
Una vez todos de nuevo en el camino y para no bajar los ánimos se nos propuso hacer un tramo corriendo, que a fin de cuentas es el deporte que nos une, y con disciplina marcial obedecimos mientras la escasez de oxígeno, propia de las tierras altas, se iba manifestando en resuellos y estertores con un volumen más alto del habitual. Tras otra pedriza tan cachonda como la primera y otro tramo corriendo que puso nuestro sistema pulmonar cerca de las orejas llegamos a la fuente o abrevadero, según sea bípedo o cuadrúpedo el sujeto que quiera aplacar la sed ya que para ambos está preparado este singular manantial. En este punto Josemari nos invitó a beber y a llenar las cantimploras ya que no hay más fuentes a partir de ahí. También repartió sales minerales para echar al agua y evitar los sinsabores que una colitis a destiempo puede provocar.
Reponiendo fuerzas y agua en la fuente.
Y ahora sí, encaramos el Turbón que se alzaba majestuoso frente a nosotros. No obstante aún hubo tiempo de hacernos una foto grupal bajo la señal que indicaba la ruta a seguir y que la experiencia de los fotógrafos y la buena animosidad de los participantes hizo que todos saliéramos favorecidos.
Encaminandonos hacia el punto de fotografia.
¡Que posado más profesional!
Y ahora sí, encaramos el Turbón que se alzaba majestuoso frente a nosotros, pero esta vez de verdad. Encabezaba la expedición Josemari y uno tras otro, en fila india, íbamos siguiendo sus pasos. En realidad cada uno seguía los de su antecesor, y si este se tropezaba, pues a tropezar se ha dicho que no hay que ser más que nadie. El único que se permitía licencias en el camino a seguir era Javi Subías, que debe tener algún tipo de acuerdo con el Turbón, porque llevaba la misma velocidad cara arriba que cara abajo y ni variaba su expresión ni manifestaba esfuerzo alguno y lo mismo estaba hablando con Josemari arriba del todo, o disparando su cámara a un lado de la senda, o abajo del todo acompañando a una pareja amiga.
Serpenteando por la ladera en fila india.
Culebreando por la ladera llegamos al collado, donde se nos brindaban unas vistas magníficas a ambos lados del Turbón. Tras recrear la vista unos instantes tomamos la cresta que lleva a la cima y allí hicimos parada y fonda.
Lo cierto es que yo venía arrastrando una cierta incomodidad desde que salimos de la fuente, y no debido a la desmineralización de sus aguas, que prudentemente no quise paladear, sino a un paulatino aumento del deseo de miccionar. Como sucede habitualmente al principio no se le da importancia pero poco a poco se va convirtiendo en pensamiento único. Lo árido y despoblado de vegetación de la zona me impedía esconderme tras un arbusto y habiendo presencia femenina no parecía apropiado girarme simplemente a un lado para desfogarme. Arriba en el collado me vino a la cabeza que sin mujeres seguramente nos abríamos puesto en fila y envueltos en compadreo y camaradería varonil habríamos emulado algunas de las más famosas cataratas que embellecen nuestro planeta. Huelga decir que estos pensamientos no me tranquilizaban en absoluto.
Momento del ágape, compartiendo bocadillo.
Hollada la cima me aposenté en un lugar privilegiado sobre el punto geodésico que da fe de la altura del lugar y procedí a avituallarme a la manera tradicional, es decir, con un bocadillo de longaniza. Si bien Josemari había recomendado comida ligera porque la ruta era corta y al mediodía estaríamos en casa, cualquiera que halla subido más allá de un décimo piso sabe que la montaña da hambre, y que comerse un bocadillo en el monte es un placer sólo superado por unas costillas a la brasa, también en el campo, y a ser posible con leña de carrasca. De manera natural se formaron dos grupos: por un lado los que habían traído el menú astronauta consistente en geles de glucosa, barritas integrales, galletitas proteicas y otras delicias de la dieta N.A.S.A.; y por otro lado los que confiamos en el bocata de toda la vida de fiambre con el pan untado de tomate y regado, aunque no era el caso, con el fresco tintorro de una bota de vino. Sin que mi intención sea presumir, podéis imaginar entregados lectores quién miraba con deseo la comida de quién. Como la edad nos hace previsores, yo guardaba un bocadillo de pechuga de pavo con queso en la recámara de mi mochila y viendo que el de longaniza iba a ser suficiente manduca para satisfacer mi voracidad, no dudé en donar el sobrante, que fue recibido con algarabía por mi compañera de al lado y por los demás comensales que se ofrecieron a degustarlo.
Foto oficial de la subida al Turbón
Con los estómagos saciados inmortalizamos el momento en una bella estampa fotográfica y procedimos a iniciar el regreso a los coches. Josemari nos señaló un refugio al pie de la ladera como punto de encuentro y nos dejó manga ancha para que cada uno bajase como supiese, pudiese o Dios le diera a entender. Ana Barras, en un gesto de compañerismo muy de agradecer, me ofreció sus bastones para facilitarme el descenso y no me lo pensé dos veces antes de aceptar. 
Iniciando el descenso junto a Miguel Echo
Aún no había alcanzado yo el collado cuando los más avezados en carreras de montaña estaban ya cerca del refugio. Gracias a los bastones evité caerme varias veces, no todas, y si me hubieran ofrecido bautizar esa senda después de bajarla el nombre que más la definiría sería “RODOLONES”. 
Vertiginoso descenso
Poco a poco fuimos llegando al refugio, mi menda en la grata compañía de Miguel Echo, y allí comentamos las vicisitudes del descenso y lo lejos que se veía ahora el collado. Cuando todos estuvimos dispuestos y nuestras piernas ya sólo obedecían a su instinto primario Josemari propuso un ritmo alegre hasta la fuente donde poder recargar las vacías cantimploras. La visión del chorro manando y salpicando sobre el abrevadero no hizo sino traer hacia mi vejiga las peores sensaciones. Ahora había arbustos, pero mi natural pudor me impedía alejarme del grupo para orinar, por un malentendido sentido del qué dirán, por la prisa que todos tenían de bajar a los coches para volver pronto a casa y por el miedo que me producía quedarme solo en medio de tan inmensa montaña. A pesar de lo dolorido de las piernas, salimos cara abajo como si nos fuéramos sin pagar, todos tras Josemari, lo que me hizo pensar que quizá no era yo el único que tenía canguelo de quedarse solo. Cuando llegamos a una de las pedrizas de la subida, Josemari nos retó a bajarla en lugar de seguir el camino natural. Los más aventureros se lanzaron con arrojo hacia las piedras, pero con la vejiga como un balón de Nivea y las piernas como tablones, no me pareció prudente dar un húmedo y triste espectáculo cayendo entre una ola de cantos mojados en caso de fallarme el pie, cosa más que probable dado mi estado. Así que opté por la vía fácil de seguir por el camino lo más rápido posible que los espasmos abdominales que me provocaban las ganas de mear me permitían.
En los coches y mucho más tranquilo.
 De esta guisa llegué a los coches, con la agradable sorpresa de ver a un compañero venir de la parte posterior de la nave adjunta a ellos, los coches, con una cara de satisfacción que los mamíferos homínidos de género masculino reconocemos enseguida. Fuera mochila y cinturón de bebida y corriendo hacia la parte de atrás donde me llevó un buen rato quedarme tranquilo. Después todo se ve de distinto color y las risas, comentarios y chascarrillos propios de estas actividades montañeras sonaban como cascabeles a mis oídos. Estiramientos, sandía, piña y cerezas por cortesía de algunos previsores compañeros; cambio de camiseta sudada por otra seca; despedidas fraternas; a los coches y en una horita estábamos en Barbastro y cada uno en su casa.
Y terminada la ducha y todavía chorreando porque no alcanzaba a la toalla me paré a pensar en lo bien que lo habíamos pasado, las risas que nos habíamos echado, el gran esfuerzo que habíamos realizado y las ganas de volver a hacer una actividad de estas características en medio de la Naturaleza.
Hasta pronto amigos.




Inicio de la senda de ascenso.




No hay que perder la sonrisa.

Ni la esperanza, aunque el esfuerzo se prevea intenso.


Una bella imagen que lo resume todo.

Las fotografías que ilustran la entrada son por cortesía de Paco Jordán, Javi Subías, Josemari Lacoma y un servidor. Y podéis ver más y mejores en el blog del Sr. Ornitorrinco.

viernes, 15 de junio de 2012

RUTAS VERANIEGAS






Hola queridos seguidores del blog. No encuentro palabras para expresar mi profundo agradecimiento por la paciencia a la que semana tras semana os someto debido a la discontinuidad de mis entradas en el blog. Ya me gustaría a mí poder efectuar escritos a diario; pero como ya sabéis los más asiduos, ni mis conocimientos, experiencias, ni mucho menos mis carreras y entrenamientos tiene el suficiente fuste para haceros perder vuestro valioso tiempo.
La entrada de hoy es una excepción y está compuesta por un par de recorridos que he efectuado guiado por las manos expertas de Juan Ramón y Juli, dos grandes veteranos del Club Atletismo Barbastro. En la que está ilustrada fuimos los tres solos y en la que sólo he podido dejar el mapa participaron también Pedro Cabrero y Michel Bielsa. En esta última hice fotos, pero el cansancio hacía que mi pulso temblara como un flan y no ha quedado ninguna aprovechable, excepto el mapa, gentileza de Google Maps.

Ruta 1, o primera, si se prefiere.
Mapa de la ruta. Esta variante tiene unos 10 km.
Salimos desde el parque de La Paz hacia el campo de fútbol, nos desviamos a la izquierda al barrio de Bellavista pero frente a la ermita de San Ramón nos desviamos de nuevo a la derecha y tomamos una calle empinada hacia arriba que nos sirve, junto a la subida del campo de fútbol, de buen calentamiento –y según te lo tomes, incluso de quemazón-
Sin dejar esta calle, abandonamos Barbastro, pasamos junto a la antigua fábrica de ladrillos, cruzamos la carretera de Graus y cogemos un camino que tenemos enfrente. Por este camino discurrimos eligiendo siempre los ramales que nos mantienen paralelos a la carretera. De esta manera volvemos a cruzarla frente a la entrada a la urbanización de El Ariño, que seguimos unos pocos metros, ya que nos desviamos a la derecha por el primer camino.
Este camino es el se toma a la inversa cuando se hace el recorrido de Las Canteras. Una vez aquí las posibilidades son múltiples, ya que este camino está conectado a otros paralelos a través de ramales perpendiculares y se puede bajar incluso hasta La Boquera. En este caso tomamos uno paralelo más abajo y salimos a cruzar la carretera, ya de vuelta, frente a la prolongación de la calle Camino de La Barca, aunque una vez cruzada preferimos desviarnos a la derecha y seguir un camino que nos deja en el parque de La Paz, justo donde tomamos la salida.
Juan Ramón y Juli, veteranos sí, pero échales un galgo
Bebiendo agua del canal. ¡Ellos que pueden!
Esta es una ruta sobre tierra mayormente, que tiene subidas, bajadas y tramos llanos donde dar rienda suelta a las piernas, como fue el caso para padecimiento propio, y que por la gran cantidad de opciones se puede prolongar o recortar dependiendo del tiempo, las ganas o la exigencia del entrenamiento de que se disponga. La segunda parte, la del Ariño, transcurre cerca de acequias provenientes del canal, donde los estómagos más preparados pueden saciar la sed, y los más delicados y susceptibles, como me ha tocado en suerte, podemos refrescarnos sin riesgo a una diarrea galopante que nos obligue a desviarnos de la ruta de manera imprevista.
Como se ve en la foto, el más cansado soy yo.

Ruta 2, o segunda, si se eligió esta opción anteriormente.
El tramo para hacer las series sería el que se ve vertical, más o menos.
Antes de que sigas leyendo apreciado corredor, te advierto que esta segunda ruta está pensada para hacer series de distintos largos y que por tanto el disfrute de su recorrido dependerá de si el ritmo que llevas te permite observar los interesantes paisajes que te ofrece. A mí no me lo permite, que conste.
Se sale también desde el parque de La Paz subiendo hacia el campo de fútbol y continuando por el tramo asfaltado que nos lleva hacia la variante. Se cruza la carretera y se continúa por el camino justo de enfrente y ya no se deja, desviándonos a la izquierda en el segundo cruce siguiendo la ruta normal de Las Canteras. Cuando se llega a la carretera que sube hasta la urbanización de El Ariño se da por finalizado el calentamiento. Entonces nos damos la vuelta y tenemos por delante 1,5 km de camino muy llano, protegido del sol por arbolado a ambos lados hasta el cruce que hemos dejado. Se puede hacer 3 series de 500 m; 1 de 1000 m y 500 de descanso; 1 de 1500 m; etc... A gusto del corredor. En el cruce seguimos la prolongación natural del camino que ahora llevamos teniendo que hacer un pequeño bucle y nos encontramos por delante con 2 km, como mínimo, de camino de las mismas características que el anterior. Aquí sólo las piernas ponen el límite. Una vez satisfecho con los resultados se vuelve hacia el cruce y se toma el mismo camino de vuelta, llegando hasta el parque en bajada, que siempre da algo más de alegría.

Sólo espero, agradecidos seguidores del blog, que esta entrada haya ampliado vuestros horizontes a la hora de plantearos salir a correr este verano.
Si queréis conocer más rutas os aconsejo que entréis en el siguiente blog:

Hasta pronto amigos.

domingo, 3 de junio de 2012

NO SE NOS PUEDE DEJAR SOLOS. JORNADA DE MOVILIZACION POR LA VIA VERDE.


“Los hombres pueden domesticar al león, pero los Dioses no permitirán que pierda su naturaleza de león”
Akuantamos Komopodemos. Poeta disidente troyano que se unió a las tropas de Agamenón cuando observó que del caballo no salían chucherías precisamente.

Un gran saludo amados lectores de este sencillo blog. No es casualidad que haya comenzado mi entrada con esta frase de un poeta griego porque lo sucedido el sábado refleja con total similitud el significado que el clásico nos quiere transmitir.

El sábado se celebraba la Jornada de Movilización por la Vía Verde que une nuestra ciudad con Castejón del Puente y que diversos colectivos de Barbastro quieren impulsar. Pidieron colaboración al Club Atletismo Barbastro y como somos solidarios y conocemos lo que cuesta organizar cualquier evento por simple que parezca, allí que nos encaminamos algunos miembros de La Vieja Guardia junto a Presi Torres para dar todo el apoyo necesario y más que nos hubieran pedido. Pero ¡ay! incansables lectores, cuando preguntamos, por simple curiosidad, si el camino estaba balizado o marcado para poder recorrerlo y disfrutarlo en su totalidad, los miembros de la organización, seguramente envueltos en la vorágine de un evento que aún es novel, nos contestaron que no había nada marcado y que teníamos que buscarnos la vida.

¡Buscarnos la vida! Esa frase fue el desencadenante que despertó a la bestia competitiva que subyace dentro de cada uno de nosotros. Porque La Vieja Guardia quizá no participe en tantas carreras como otros socios del Club, pero donde hubo fuego siempre queda rescoldo y eso es así y todo el mundo lo sabe.
Nos reunieron a todos para hacernos la foto de grupo que adorna los diversos artículos escritos en los distintos medios de comunicación para conmemorar el acto y dieron la salida.
Foto general del grupo. A la izquierda estamos nosotros nerviosos perdidos.
Los primeros en tomarla fueron los senderistas que se encaminaron disciplinadamente por las antiguas vías del tren hacia el polígono. Nosotros, con los nervios a flor de piel, salimos junto a los ciclistas, de los cuales nos separamos en cuanto ellos doblaron por la Feria de Muestras para hacer un pequeño recorrido urbano. Javier Subías y José María Andreu, más avezados en salidas no competitivas los siguieron tranquilamente. ¿Por qué no fuimos capaces de hacer lo mismo y ahora estaría escribiendo estas líneas sin el sinsabor que me atormenta?
Nosotros no fuimos por la vía del tren, sino por la carretera. Acostumbrados como estamos al asfalto, pronto olvidamos la razón que nos había llevado hasta allí y elegimos el camino más corto. Alcanzamos a los senderistas en el barrio de San Valentín, mientras estaban disfrutando del aprendizaje de cómo se pasa de uno en uno por debajo de un árbol caído en medio del camino y que nadie había previsto. Lo normal hubiera sido quedarse para compartir ese aprendizaje, pero no, saludamos correctamente, que la educación nunca está de más, y seguimos hacia el primer punto de encuentro como si tuviéramos premio en la llegada.
Cuando aparecimos en el polígono nadie nos esperaba tan pronto. No había nada preparado y tampoco había excesiva prisa en prepararlo porque llegábamos con más de una hora de adelanto.
Sacando pecho en el polígono por haber llegado primeros. ¡Qué pobres!
¿Pensáis que nos quedamos a esperar a todo el mundo para hacer amistad y confraternización? Efectivamente, nos avituallamos con un poco de agua que amablemente y sin ninguna obligación nos ofrecieron, y sin ser capaces ni siquiera de tomarla allí mismo para hacer aprecio, nos hicimos la foto de rigor para demostrar que estuvimos en el punto y partimos raudos y veloces hacia Castejón del Puente, segundo punto de encuentro.
A estas alturas de la crónica huelga decirte, avispado lector, que como bien supones elegimos la carretera antigua -todo asfalto- para llegar cuanto antes a nuestra particular meta. Corrimos por la vía de servicio paralelos a la actual carretera y sólo en los kilómetros finales nos internamos por caminos para llegar a Castejón por “la vía verde”
Si en el polígono no nos esperaban tan pronto, en Castejón no había nadie que supiera nada de esta jornada. Sólo en el bar de las piscinas supieron darnos los puntos de encuentro pero sorprendidos de que apareciéramos con más de dos horas de adelanto. Y es que el encuentro en Castejón estaba previsto para las 13:00 horas en adelante y nosotros hicimos acto de presencia cuando apenas eran las 11:00. Nos habíamos comido el recorrido dejándonos llevar por la prisa y el ansia competitiva en lugar de buscar la tranquilidad y el regocijo de un camino rodeado de bucólicos viñedos, almendros y campos de cereales en plena eclosión primaveral.
La foto de rigor en el parque de Palomares y sin nadie a la vista.
Solos en el parque de los Palomares, sin nada ni nadie que nos diera la bienvenida, nos tomamos otra foto para dejar nuevamente constancia de nuestra llegada y como esos alpinista que en cuanto han hollado la cumbre y se han hecho la foto de rigor han de darse media vuelta para que no les coja el mal tiempo o la noche a la intemperie, así dejamos Castejón del Puente, sin el más mínimo deseo de esperar a ciclistas y senderistas y culminar una jornada que ante todo se preveía como festiva y que nuestro egoísta comportamiento estaba trocando en triste y amarga.
Aunque la mayoría del recorrido fue asfalto también hubo "Vía Verde"
Enfilamos rápidamente por donde habíamos venido con la remota esperanza de encontrarnos de frente con el resto de participantes pero al optar por el mismo camino a la inversa, es decir, asfalto puro y duro, llegamos al polígono de nuevo sin ver un alma. Otra decepción que sumar a las ya recibidas fue que allí no supieron darnos razón de dónde podrían estar los participantes de la marcha en esos momentos.
Tomamos dirección a Barbastro y cuando pasábamos frente al camino de las Baldorrias las huellas de bicis y zapatillas internándose en él nos abrieron los ojos: No se trataba de llegar primero sino de saber llegar, como dice el famoso corrido mejicano.
Ya era tarde para subsanar el error así que sin ganas de correr decidimos seguir andando mientras oíamos a la sirena dar las doce del mediodía.
Nos refrescamos en la fuente del Centro de Congresos y nos fuimos cada uno a su casa meditando sobre el poco ejemplo que como deportistas dimos dejándonos llevar por un sentido insano de la competición.
Refrescándonos a la llegada y con la decepción en las miradas.
Hasta pronto amigos y espero que la próxima entrada refleje un comportamiento más edificante por nuestra parte.

P.D: Si en el parque de Palomares estábamos solos...¿De quién es el dedo que aparece en el ángulo superior izquierdo de la foto?